Primero fue la imaginación, luego el pensamiento, después éste se convirtió en estructuras socialmente consensuadas que buscaban alentar una convivencia más o menos armoniosa. Así llegamos a las políticas públicas.
Pero entonces, cierto gobierno, el del panista Emilio González Márquez, en un occidental estado, Jalisco, de un país mentado México, comenzó a deconstruir lo que tomó siglos edificar: lo que todavía hace unos meses era conocido como políticas públicas regresó al estado previo a la imaginación, para convertirse en mero acto reflejo. Los estudiosos comienzan a llamarlo: ocurrencias.
Que si el bosque aledaño a Guadalajara necesita recursos: ¡ya sé, cobremos una cuota extra en el recibo del agua!; que si una televisora (su nombre comienza con T y termina en elevisa) va a hacer una reunioncita con estudiantes: ¡ya sé, hay que donarle 67 millones de pesos!; que si no hay dinero para obra pública: ¡ya sé, eliminemos la noción “peatones” y que los autos reinen por los siglos de los siglos en viaductos edificados con el consabido ¡ya sé…!; que si el Cardenal Sandoval Iñiguez anda muino y cabizbajo: ¡ya sé, que el estado laico reconozca su inexistente labor cultural!
Tanta filosofía política, tanto medio de comunicación opinando, tanta planeación estratégica en el mercado… y miren a lo que llegamos: a una reducción silvestre e ignorante de la vida republicana, a la iluminación de tertulia cafetera llevada al nivel de acto de gobierno: ¡ya sé…!
Augusto Chacón
martes, 2 de octubre de 2007
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