lunes, 22 de octubre de 2007

Mejor un impuesto al balbuceo

Pero de qué diablos habla el gobernador de Jalisco cuando habla. No se le entiende. Y a qué incomprensible lenguaje estupidizante apelan sus subordinados cuando balbucean explicaciones sobre las decisiones de gobierno. Su mensaje es incomprensible.
Que se dejen de cuentos: quieren 2 mil 500 millones de pesos más aunque no sepan para qué y lo único que se les ocurrió fue asaltar a los ciudadanos exigiéndoles mil 200 pesos por placas nuevas. ¿Cómo se le llama a una exigencia de dinero, contra amenaza, sin explicación? Antes se llamaba robo, pero el gobernador es y será siempre virgen y inocente y con esa capita se atreve a repetir que el dinero es pa-ra-in-fraes-truc-tu-ra. Una y otra vez. Para infraestructura, para infraestructura. La que sea.

“No es agandaye del gobierno”, balbucea el mandatario, para escupir después: “no estaba este tema para abordarlo con la opinión pública hasta que se presentara a los diputados, ellos debían ser los primeros en conocerlo y desgraciadamente no fue así”. Gobernador, así se le entiende menos: al parecer lo que está diciendo es que no hay que informar a nadie de una obligación hasta que ésta sea ley. ¿Bromea o está elogiando a las dictaduras?
Su testaferro en el área de finanzas trató de explicarlo en un artículo publicado en Mural, con resultados desastrosos. Según él, el impuesto es para obsequiar descuentos sobre el impuesto, para impresoras portátiles en las patrullas de tránsito y para todos los megaproyectos de aquí a la resurrección de los católicos. Con razón es el secretario de finanzas. Bravo.
La verdad es que los impuestos (útiles u obscenos) nunca son del agrado de los ciudadanos, pero no debe olvidarse que hay dos maneras de enfrentar esa carga. Si el régimen es totalitario, se impone la voluntad del principito en turno y ya. En una democracia, el recaudador debe justificar su acción a priori y a posteriori (para eso hay un entramado institucional complejo y costoso) y cada vez que eso no se cumpla, se retrocede hacia el autoritarismo. Aquí, ni el gobernador ni su experto en finanzas han logrado superar la fase del balbuceo al explicar para qué quieren obligar a millones de jaliscienses a pagar mil 200 pesos por auto.

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