viernes, 24 de agosto de 2007

Dos textos literarios y un textito costumbrista

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Dos novelas, una de Carlos Fuentes publicada en 2002, La Silla del Águila, la otra de Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, 2007. La primera retrata la vida política mexicana en el año 2020; está construida a través de cartas que intercambian los personajes. La segunda narra la vida de un traductor que pasa por los años 60, 70 y 80, mayormente en París, sus andanzas apenas rozan los grandes acontecimientos históricos, los que percibimos, difuminados, en el margen de la biografía del personaje.
¿Qué une a estas dos novelas? La certeza que queda en el lector, al menos en mí, de que la historia con h mayúscula no es sino la distorsión magnificada de la suma de las vidas - con v minúscula- de individuos atravesados por pasiones, traumas y complejos, sujetos que arrastran un fardo de dolores inmensos y de felicidades mínimas; tanto aquellos que no pretenden trascender más allá de su condición de personas anónimas (el traductor), como aquellos que concientemente se proponen ser factor que influya en el destino de la sociedad (los políticos mexicanos, reales o de cuento).
Al final, lo que no vemos en las dos obras literarias es a la sociedad, ¿qué es?, no nos cuentan mucho de ella los autores, a pesar de que hay una atmósfera densa de historia con h mayúscula y de que intuimos una construcción social por los reflejos condicionados de los personajes - a solas e interactuando-, los que prevalecen son los hechos de éstos, que llegan a asfixiar como si, no obstante las referencias geográficas (en la obra de Fuentes, nacionales, en la de Vargas Llosa, globales), sucedieran todos en una habitación de cinco por cinco metros.

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¿Podríamos tratar de intuir el contexto histórico en el que dos personas se desarrollan si leemos algunas líneas que intercambiaron respecto a un asunto menor? Quizá sería imponerle una tarea muy ardua a tan poca información. Pero qué tal si con esa misma lectura, dos textos electrónico-epistolares brevísimos, nos proponemos imaginar la estructura de la relación de algunos medios de comunicación de Jalisco con ciertos políticos, con los partidos. Si el ejercicio de imaginación resulta venturoso, tendremos parte de la imagen de la historia contemporánea local y una medida de la distancia real que nos separa de la democracia plena y de los medios de comunicación con énfasis cívico.
El diálogo sucedió entre Leonardo Schwebel, director de Información de la Dirección General de Medios de laUniversidad de Guadalajara, y conductor del noticiero que la radiodifusora de esa universidad tiene por las mañanas, y Juan Manuel López Cabral, activo militante del Partido Acción Nacional (PAN):

López Cabral: Agradeciéndote el espacio que le concediste el día de hoy al Diputado Federal Gildardo Guerrero, joven panista jalisciense, en tu programa del día de hoy.Saludos y éxito en tu noticiero
Schwebel: Si, muy correcto, muy atinado y una voz fresca. Claro que lo apoyaremos.
A la orden siempre.

Cuidado. Alto. No se trata de comentar el intercambio, cada quien es libre (en México) de apoyar a quien quiera desde una estación de radio financiada con dinero público; así como ejercicio de libertad y urbanismo es agradecerle a un periodista porque hace su trabajo. El asunto, no lo perdamos de vista, es intentar hacer como en la literatura de Fuentes y Vargas Llosa: a partir de lo que dos individuos se dicen, postular un marco histórico. La cosa es: ¿el diálogo exhibido basta para poder imaginar la atmósfera en la que en Jalisco se desarrolla la relación medios-poder, para columbrar esa construcción secular llamada sociedad?
Tomen papel y lápiz, inténtenlo y creen su propio realismo mágico. Cuando menos será catártico, en la ficción podemos conseguir que las cosas sean como las soñamos; mientras que ciertas realidades políticas todavía están en el orden de pesadilla de la mejor tradición autoritaria.

Augusto Chacón

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